Vision Magazine Latam - Mayo/Junio 2025

Crónicas de la Industria

mente diferente: una fuente de orgullo nacional, fortaleza económica y una justificación para las reivindicaciones territoriales sionistas. El movimiento sionista adoptó la naranja de Jaffa como símbolo de modernización y éxito agrícola. En 1948, las naranjas de Jaffa se convirtieron en marca re - gistrada de la Israeli Citrus Marketing Board, consolidando los cítricos como pilar económico y rasgo distintivo de

Cosecha de cítricos en Gaza en la actualidad.

la identidad del joven estado. En las décadas posteriores, el

comercio de naranjas de Jaffa dis - minuyó progresivamente debido a la interrupción de las redes comerciales, la disminución de los rendimientos y los daños a las plantaciones. Para la década de 1980, la mayoría de los huertos restantes habían sido abandonados o destruidos, ya que las otrora apreciadas naranjas habían perdido su competitividad en el mer- cado global. La creciente competencia de los productores europeos redujo aún más la rentabilidad de los produc- tores israelíes. Aunque la marca Jaffa continuó vendiendo cítricos en todo el mundo, la fruta ya no provenía de Jaffa, ni siquiera de sus plantaciones circundantes. Para los palestinos que aún cultivaban naranjas, espe- cialmente en Gaza, la situación era igual de desoladora. Los obstáculos burocráticos y políticos a menudo provocaban que las naranjas de Gaza se pudrieran en los cruces fronterizos, a pesar del interés de las autoridades israelíes en mantener cierto nivel de exportaciones agrícolas palestinas. Hoy en día, las exportaciones de naranjas de Israel son una sombra de su antigua gloria en la década de 1920. Para los agricultores de Gaza, la industria cítrica prácticamente ha desaparecido debido a las fuerzas del mercado, las limitaciones financieras, el asedio israelí y la agitación política de la región desde que Hamás tomó el control en 2007. La naranja de Jaffa, antaño símbolo de cooperación y prosperidad, ahora es un recordatorio de división y pérdida. Lo que antaño fue un próspero vínculo económico y cultural se ha desvanecido, eclipsado por décadas de conflicto. Quizás algún día, la dulce y aromática naranja de Jaffa vuelva a ser un testimonio de un futuro donde las tradiciones compar- tidas triunfen sobre la división.

Mohammed Asad/Middle East Monitor.

árabes y judíos se hicieron inevitables. El 29 de noviembre de 1947, Naciones Unidas aprobó un plan de partición que proponía estados judíos y árabes separados, con Jaffa designada como parte del estado árabe. Casi inme- diatamente, estalló la guerra civil, convirtiendo a Jaffa, el corazón del comercio de cítricos, en un campo de batalla. Sin embargo, en un notable esfuerzo por proteger su medio de vida compartido, los productores de naranjas árabes y judíos firmaron un acuerdo que declaraba las plantacio- nes de cítricos entre Jaffa y Tel Aviv como zonas vedadas a los ataques, permitiendo así la cosecha y la exportación de naranjas. Sin embargo, a medida que la violencia se intensifi - caba, esta tregua resultó imposible de mantener. Las milicias judías comenzaron a realizar incursiones en la zona de Jaffa, y para abril de 1948, la ciudad estaba sitiada. Mientras las fuerzas judías bombardeaban Jaffa, los residentes huyeron como pudieron, muchos en barco, buscando refugio en otros lugares. Para el 13 de mayo, Jaffa, ahora una ciudad en ruinas, se rindió formalmente. Al día siguiente, el 14 de mayo de 1948, Israel declaró su independencia. De los 70.000

palestinos que una vez llamaron a Jaffa su hogar, quedaban menos de 5.000. Quienes huyeron dejaron atrás sus hogares, negocios y plantaciones de cítricos. En toda la región, más de 12.000 hectáreas de huertos de propiedad árabe fueron destruidos o expropiados bajo la Ley de Propiedad Ausente de Israel de 1950. Aun así, algunos buscaron la reconciliación. En enero de 1950, cinco figuras desta - cadas de la industria citrícola israelí solicitaron al gobierno la reincorpo- ración de cuatro miembros palestinos de la junta directiva de la empresa. Su solicitud fue rápidamente rechazada por el ministro de Asuntos Exteriores, Moshe Sharett. A finales de 1948, la naranja de Jaffa —antiguamente símbolo de la cooperación judeo-árabe— se había convertido en un emblema de la Nakba, o “Catástrofe”. Para los palestinos, representaba su des- plazamiento forzado y la profunda pérdida de tierras, cultura y medios de subsistencia. La naranja emergió como símbolo de resistencia, inmor- talizada en obras como la icónica imagen de Sliman Mansour de una joven palestina sosteniendo naranjas. Sin embargo, para Israel, la fruta adquirió un significado completa -

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