Vision Magazine Latam - Mayo/Junio 2025

Crónicas de la Industria

Por John Paap El boom de los cítricos en Jaffa transformó la ciudad en un centro comercial global, pero la guerra y el cambio en las fronteras acabaron convirtiendo su producto de exportación más famoso en un símbolo de pérdida y desplazamiento. y Auge de la naranja EL CONFLICTO QUE ACABÓ CON UNA INDUSTRIA

caída

Jaffa de

E

s 1920, y la ciudad se puede oler incluso antes de verla. Una dulce fragancia cítrica te envuelve. Entonces

Para el siglo XVI d. C., Jaffa cayó bajo el dominio otomano, lo que sentó las bases para el auge de los cítricos en la ciudad. Los cítricos no son originarios de Oriente Medio; se originaron en las inmediaciones del Himalaya. Enton- ces, ¿cómo llegaron a la costa medi- terránea? A través del comercio y la migración. Alrededor del siglo II a. C., el primer cítrico en llegar al Creciente Fértil fue la cidra, un antepasado del limón moderno. Traída por el pueblo judío, era valorada no por su consumo, sino por su significado espiritual. Casi 800 años después, los conquistadores árabes introdujeron la naranja agria, también procedente de Asia. Para los siglos XV y XVI, los comerciantes portugueses trajeron la naranja dulce, que rápidamente ganó popularidad. De hecho, la palabra árabe para naranja, burtaqal , proviene de “Portugal”, un guiño a su ruta europea. En pocos siglos, los naranjos florecieron en Palestina, pero fueron las naranjas de Jaffa las que desta - caron por su excepcional sabor. A mediados del siglo XIX, una variedad en particular redefiniría el futuro de

la ciudad. Según relatos históricos, un acaudalado naranjero llamado Anton Ayub descubrió una mutación inusual en uno de sus árboles. El fruto era más grande, ovalado y de piel gruesa. Impresionado por la fruta, injertó el árbol con otras variedades locales, dando lugar a una nueva raza de cítricos: la naranja shamouti, que transformaría a Jaffa en una potencia citrícola. Si bien la naranja shamouti era apreciada por su rico sabor y aroma, fue su piel gruesa lo que la convirtió en una sensación mundial. Esta barrera natural protegía la fruta de las enfermedades y, aún más importante, le permitía soportar el transporte a larga distancia sin pudrirse, una gran ventaja sobre las delicadas variedades de la época, como Valencia Espa- ñola e Italiana. De hecho, el cónsul británico en Jerusalén, John Dickson, escribió en 1893 que las naranjas de Jaffa podían conservarse frescas sin pudrirse entre treinta y cuarenta

aparece ante tus ojos: “La Novia del Mar”. Jaffa es una ciudad donde lo antiguo se fusiona con lo moderno, donde grandes cines proyectan las últimas películas de Hollywood junto a calles antiguas y sinuosos callejo- nes. Su auge como centro cultural y comercial se debe a una sola razón: los cítricos. Fundada en el siglo XIX a. C. por los cananeos —los antiguos habitantes de Canaán (actual Israel, Palestina, Líbano y más allá)— como centro comercial, Jaffa es una de las ciudades más antiguas del mundo. Situada en el actual Israel, su posición estratégica a orillas del Mediterráneo la convirtió en un codiciado tesoro para innu- merables imperios. Desde el faraón egipcio Tutmosis III hasta el rey israelita Salomón, desde el emperador romano Vespasiano hasta el rey Ri- cardo I de Inglaterra, Jaffa cambió de manos una y otra vez, convirtiéndose en una “papa caliente” de conquista.

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